Sentarse a conversar sin que se convoque a elecciones o se reconozca la legitimidad de la Asamblea «es solo darle oxígeno a la dictadura», dijo el expresidente.

El expresidente Julio María Sanguinetti dedicó una dura columna en La Nación a «la complicidad del gobierno uruguayo con los desvaríos del chavismo», criticando además la propuesta de Uruguay y México.

El referente colorado recuerda en su editorial cómo Venezuela supo ser un país próspero y avanzado, pero los acontecimientos se precipitaron desde aquel 2 de febrero de 1999 en que observó a pocos metros a «un exultante comandante Chávez, que juraba sobre una Constitución ‘moribunda’ e inauguraba el experimento del ‘socialismo del siglo XXI’, esa llaga tan difícil de curar».

«Aquel Rey Mago chavista cambió su talante simpático cuando apareció su sucesor, que heredó el desastre económico, pero lo profundizó, le añadió atropellos aun mayores a las libertades y todavía le agregó una dosis de grosería e incapacidad sin precedente. De todas las dictaduras latinoamericanas no hay duda de que esta ha sido la más ineficiente, la más torpe, la que ha logrado un nivel de destrozo de las estructuras productivas y sociales del país que carece de antecedentes», indicó Sanguinetti.

«Uruguay acompañó al chavismo en todos su desvaríos. Por eso no cabe el asombro que muchos periodistas internacionales expresan ante la actitud actual de nuestro gobierno, coherente con esa complicidad que viene de lejos. Nunca ha pasado de expresar ‘preocupación’ y no se ha atrevido, en ningún momento, a calificar el régimen de dictatorial», agregó.

Para Sanguinetti, «resulta difícil de entender tal actitud en este Uruguay que estuvo siempre, históricamente, del lado de las democracias, en las guerras mundiales y en los conflictos latinoamericanos». «La explicación es sencilla: la coalición de gobierno, el Frente Amplio, ha tenido la astucia política de sumar sectores democráticos, de origen socialdemócrata o incluso socialcristiano, con movimientos que, como nuestro Partido Comunista, siguen reivindicando la lucha de clases en clave de ortodoxia leninista, o como el viejo movimiento tupamaro, que, aunque haya dejado las armas, no ha expresado una palabra de revisión de sus convicciones y su pasado violento. Razón por la cual nuestro presidente, de cuya condición democrática no cabe dudar, es prisionero de una mayoría parlamentaria que se alimenta de una vacía retórica antiimperialista, vive en los espacios mentales de la ‘guerra fría’ y vive bajo la democracia y la economía de mercado apenas con resignación».

«Dicho de otro modo: como la realidad institucional sólida de la república le impone la necesidad de respetar la propiedad privada y sus reglas comerciales, se refugia en la política exterior para mantener viva aquella fachada envejecida de la izquierda marxista y no sentirse tan traidora a lo que sigue siendo su convicción y sentimiento», señaló.

«Días pasados, nuestro admirado amigo Mario Vargas Llosa, con ingenuidad política, ponía al Frente Amplio como ejemplo para la izquierda latinoamericana. Mirando con superficialidad el funcionamiento democrático, le parecía ejemplar que nuestros gobiernos frentistas no hayan llevado al país a un desastre dictatorial o a una corrupción de magnitud ‘petista’. Bueno sería que hubiéramos de agradecerle al Frente que no hubiera atropellado la Constitución, pero no se puede ignorar que despilfarró la bonanza económica de las ‘commodities’ de la década iniciada en 2003, arrastró al país a una inseguridad sin precedente, degradó una educación otrora ejemplar y, como si fuera poco, nos avergüenza con esta complicidad con una Venezuela que hoy se riñe con todos los valores del Uruguay histórico», criticó.

No olvidemos, porque allí está la síntesis, que cuando se excluyó arbitrariamente al Paraguay del Mercosur, para abrir la puerta al chavismo, nuestro presidente Mujica salió del Uruguay diciendo que no se podía suspender a la república guaraní y retornó, luego de reunirse con Lula y la doctora Kirchner, diciendo que votó lo contrario porque «la política estuvo por encima de las leyes» .

Sanguinetti cree que cuando la situación internacional es hostil al chavismo, «aparecen las propuestas cómplices de mediación», en alusión a la postura de Uruguay. «Es claro que toda solución pacífica requiere algún diálogo, pero este solo es honesto y conducente si se parte de la base de que el régimen reconozca la legitimidad de la Asamblea Nacional y esté dispuesto a convocar a elecciones. El tiempo y el modo de llegar a esa conclusión serían la materia de esas transacciones, pero sentarse a conversar sin esos prerrequisitos es, como ya ha ocurrido, solo darle oxígeno a la dictadura. Desgraciadamente, solo la penosa asfixia económica parece el único camino», opinó.

«Entristece trazar este panorama. Pero cuando la confusión cunde, no hay otro camino que darle espacio a la denuncia clara. No podemos callar. Como decía Cicerón, la verdad se hiere tanto con el silencio como con la mentira», concluyó.

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