Las leyendas de la música hicieron vibrar y cantar a 55.000 fanáticos en noche espectacular.
Nadie puede haberse visto defraudado. Los Rolling Stones hicieron cantar a unos 55 mil uruguayos, durante dos horas y quince minutos en un Estadio Centenario que cayó rendido ante la contundencia de una leyenda entregando un show vibrante de rock and roll. Era lo prometido y lo cumplieron.
El espectáculo -que siguió a la actuación de la banda uruguaya Boomerang como telonera-, empezó cerca de las 21.15, con una marca registrada de la banda: el riff de Keith Richards de “Start Me Up”, ante un fervor contagioso de los asistentes, muchos en plan familiar, que colmaron el campo y tres tribunas del Centenario; el escenario se apoyaba sobre la América. Para llegar ese momento, hubo que atravesar uno de los días más calurosos del año que no cumplió con su amenaza de lluvia: fue una noche de luna ideal, que hasta pareció ganada con una brisa.
Desde esos primeros acordes, los Stones repasaron el mismo cancionero que vienen haciendo en esta America Latina Olé Tour, que ya los tuvo en Chile y Argentina y está por arrancar hacia Brasil. Se incluyó como diferencial la canción que vía internet eligieron los uruguayos para el setlist, “She’s so cold”.
Incluyeron, como era previsible, todos los clásicos de 53 años de carrera: “It’s only rock and roll”, “Wild Horses”, “Paint it Black”, “Honky Tonk Women”, “Miss You”, “Gimme Shelter”, “Brown sugar”, “Symphaty for the Devil” y “Jumpin’ Jack Flash”, como cierre mentiroso del show. Al rato volvieron para un “You can’t always get what you want” en el que participó el coro uruguayo Rapsodia, que completó una buena versión. El cierre definitivo fue con todo el estadio cantando no tener satisfacción con cara de satisfechos. La despedida fue a todo vapor y tras los saludos finales y después de unos fuegos artificiales terminó la función; el último en despedirse fue un Jagger solo en el escenario.
La banda entregó su habitual coreografía y los Stones no se salieron del libreto con el patotero del cantante y sus camisas brillosas; Richards y sus mohines guitarreros; la serenidad de Charlie Watts en la batería y cierto desparpajo de Ron Wood, el benjamín. La banda acompañante tuvo sus momentos para lucir sus dotes vocales o instrumentales. Richards, además aprovechó un pequeño set en el micrófono central, mientras Jagger presumiblemente descansaba.
Jagger hizo de maestro de ceremonias en un chapuceando español de telepromter cargado de uruguayismos con la agenda en Uruguay, en donde hubo un chivito, rambla y candombe; y preguntó por la la nacionalidad de Gardel. A cada uno de esas menciones el público ovacionaba con cierto chauvinismo. Habló de Luis Suárez, su encuentro con el Lobo Núñez y algo de Maracanazo y goles, en una broma medio confusa.
El escenario era vistoso, aunque su principal atracción fueron las tres enormes pantallas poligonales que acercan la acción a los espectadores, algunos de los cuales estuvieron a poco menos de una cuadra, en la Olímpica, allá lejos. Las pantallas fueron más aprovechadas en una versión de Simpathy for the devil con Jagger de luciférica capa de plumas rojas.
Además de una fiesta, el show de los Stones fue una promesa cumplida. Sí son vitales para la edad que tienen; sí tienen canciones que están buenisimas; sí dan un show bien grande y sí, fueron por un rato, una vez más, la banda de rock and roll más grande del mundo. Y lo hicieron, esta vez, en Uruguay.
Suárez, Gardel y hasta un “ta”
Sin duda, The Rolling Stones no descuidan detalle en sus actuaciones. Y, están informados de las características de cada país. Por ello, Mick Jagger hizo una referencia futbolera al agradecer a Luis Suárez por haberle regalado una camiseta de la Celeste firmada que tenía en la mano. También dijo que todavía se acuerda de sus goles. Recordó, sin decirlo, el último partido entre Inglaterra y Uruguay. También preguntó si Gardel era uruguayo. Sus primeras palabras en español: “Por fin de Uruguay, ta”, muy celebrado por el público.