En Uruguay hay más yacarés de los que se creen
La aparición de dos yacarés a orillas de arroyos de nuestra ciudad generó sorpresa en las personas que fueron testigos de sus presencias . Mas allá de la gran sorpresa que se llevaron estos testigos de las zonas de barrio Cien Manzanas entre calles Cervantes y Solís y Paso del Bote en la desembocadura del arroyo Ceibal, en inmediaciones de la cancha de Paso del Bote , solicitaron a que personal del zoológico de Salto quienes intentaron atrapar a estos visitantes que no se dejaron después de intentos con una caña de pescar como cuentan testigos en el lugar. Los funcionarios al no tener éxito de su “pesca” se retiraron del lugar.
Por mas que sorprenda a algunos este tipo de visitas, la presencia de estos animales en Uruguay no es tan poco frecuente como se cree.
Claudio Borteiro, de la sección Herpetología del Museo Nacional de Historia Natural, explicó que “la presencia de yacarés en Uruguay es mucho más amplia de lo que se cree”. En efecto, un estudio realizado en 2006 por Borteiro logró comprobar la existencia de poblaciones “en una herradura que va desde Paysandú hasta Rocha”.
El experto señaló que el yacaré se concentra “sobre la cuenca de la Laguna Merín, desde Rocha a Cerro Largo, en la parte norte del río Negro y río Tacuarembó y en todo el litoral hasta Paysandú”. De todos modos indicó que, tal como sucedió, “ocasionalmente puede aparecer algún ejemplar en el río Negro medio, ya que los machos grandes se trasladan grandes distancias”.
Según Borteiro, la aparición de yacarés suele ser común en departamentos como Artigas y Salto, donde la población rural “está habituada, convive con ellos y hasta los consume, porque come su carne”. Sin embargo, el animal genera “sorpresa” en otras latitudes: “hay una relación distinta, no lo consumen porque lo ven como algo raro o lo matan por curiosidad y por miedo”.
Más allá del miedo que pueda generar la aparición de un yacaré, el científico aclaró que no se trata de un animal peligroso para el humano y señaló que los incidentes registrados en Uruguay con esta especie son muy pocos. “El peligro deriva de la manipulación, por ejemplo, de un cazador que lo quiere cazar o la captura con fines de investigación”, señaló Borteiro, agregando que los yacarés “no atacan a los humanos como otras especies de cocodrilos”.
Al contrario, es común que los yacaré “huyan de los humanos” o “se adapten y habitúen a su presencia, guardando distancia y aprendiendo a convivir con la gente”, según explicó.
En su investigación de 2006, Borteiro recogió uno de los pocos casos de muerte de personas en manos de yacaré en Uruguay. Fue en el siglo XIX, cuando un soldado portugués fuera devorado por uno de estos reptiles.
Sí se han registrado incidentes más recientes en Argentina y Paraguay, aunque siempre considerados casos excepcionales o producidos por accidentes, generados por pisar un ejemplar por error. “Si queda enredado en las redes, como le pasó a los pescadores de Durazno, es una situación complicada. Hay formas de desenredarlo sin matarlo, pero era gente que no estaba habituada a manipular un yacaré”, agregó.
Borteiro reconoció que la caza o muerte de yacarés no deja de constituir “un ilícito contra la fauna” aunque admitió que “desde el punto de vista científico no representan un peligro para la población de yacarés”. Incluso, la muerte de un yacaré macho adulto no se considera algo negativo, dado el comportamiento de los grupos. “Los cocodrilos tienen un mecanismo de freno de crecimiento de la población por la propia densidad”, explicó, señalando que “los adultos generan una presión sobre los más jóvenes, limitándoles la capacidad de moverse”.
Además, indicó que la población de yacarés se multiplicó en los últimos 30 o 40 años, gracias a la reproducción de “cuerpos de agua artificiales” empleados especialmente en el norte del país para la plantación de arroz o caña de azúcar.