Uruguayo y radicado actualmente en Colombia, Juan Pablo Culasso lamenta que el “Uruguay Natural” no pase de un título.

Por Gerardo Carrasco
  gcarrasco@m.uy

En 1992, la Fundación Braille del Uruguay lanzó un spot publicitario televisivo como forma de incentivar las donaciones a su labor. En el anuncio, un niño invidente leía en voz alta usando los dedos. Su frase “Vaya, vaya, dijo la tortuga gigante” quedó grabada en la memoria de una generación.

Ese niño era Juan Pablo Culasso, quien tiene hoy 34 años y acaba de publicar el primer Mapa Sonoro Natural del Uruguay, el más reciente trabajo de una ya larga carrera que lo ha llevado a recorrer escenarios naturales dentro y fuera del país.

Privado del sentido de la visión, Juan Pablo dio precoces señales de que su percepción del mundo sonoro era excepcional.

“Arranqué de niño, teníamos una enciclopedia en casa (Microsoft Encarta), mi padre me ponía los sonidos de aves y fui aprendiendo, esa fue la semilla”, cuenta Culasso desde Colombia en conversación telefónica.

Por aquel entonces, la sensibilidad de su audición le permitía distinguir detalles y matices sonoros imperceptibles para el común de los mortales. Empezó a estudiar piano con una profesora, y pronto notó que podía hallar la música del espacio que le rodeaba. Saber, por ejemplo, la nota musical que emitía una piedra al caer en el agua de un arroyo. Cuando la familia consultó al respecto a la docente, supo que el niño poseía oído absoluto, una capacidad innata para discriminar sonidos que no es para nada común. “Pero eso no tiene nada que ver con ser ciego, simplemente me tocó”, aclara Juan Pablo.

Su interés por las aves fue creciendo, hasta que “una salida al monte con Santiago Claramunt (investigador uruguayo actualmente radicado en Canadá) lo cambió todo”, recuerda. Ese día tuvo la oportunidad de grabar el canto del capuchino, un ave autóctona, y así comenzó un camino sin retorno.

“Es un poco como que las aves lo llevan a uno de un lugar a otro, a mi padre le surgió una oportunidad laboral en Brasil y fui con él”, recuerda.

En el país vecino tuvo la oportunidad de estudiar junto con el curador del archivo de sonidos neotropicales, Jacques Vielliard, en la Universidad Estatal de Campinas (UNICAMP), y perfeccionarse en la grabación y divulgación de sonidos de la naturaleza, e hizo publicaciones.

En 2014, la carrera de Juan Pablo se disparó gracias a un triunfo de gran repercusión mediática. Ese año su talento lo llevó a obtener el primer lugar en el programa de TV Súper Cerebros, de National Geographic, un producto televisivo internacional donde compitió con “genios” con las más diversas habilidades.

En ese certamen, asombró a todos para reconocer e individualizar los sonidos de las más diversas aves, algo que logró con “mucha práctica, mucho estudio y mucho viajar”. En la actualidad, es capaz de diferenciar a más de 700 aves por su canto.

Allí comenzó una carrera como conferencista que lo llevó a exponer en foros tan diversos como la Universidad de Cornell, el Show de Don Francisco o el TEDX Durazno.

Un mapa sin líneas

A fines de abril, Juan Pablo publicó el primer Mapa Sonoro Natural del Uruguay, una obra en la que invirtió mucho tiempo y esfuerzo.

Interrogado acerca de en qué consiste un mapa sonoro natural, Juan Pablo explica que “es básicamente ir a los lugares más representativos del país y grabar un atardecer, un amanecer o el sonido de la noche”. Así, un mapa sonoro “intenta cubrir todos los gradientes sonoros -en mi caso los naturales- de un lugar”.

En Uruguay “como es un país chiquito se puede hacer en todo el territorio. Hay grabaciones en Rocha, en el Bañado de los Indios, en Santa Teresa, Cabo Polonio, lugares que la mayoría de la gente conoce”, explica. “Pero luego está también el bosque de ombúes, Laureles (Tacuarembó), el rio Uruguay cerca de Fray Bentos, son lugares y sonidos menos conocidos”.

Cartografiar los sonidos del país no fue empresa fácil, recuerda. “Lleva bastante tiempo, recorrimos muchos lugares”, relata, y añade que empezó por aquellos a los que le une un vínculo sentimental.

“Elegí los lugares que más asocio con mi infancia, porque conozco mucho el país. En mi familia siempre tuvimos eso de primero conocer Uruguay y después el resto, y puedo decir con orgullo que conozco el 99 % del país”.

Y si bien la parte de grabar sobre el terreno no es la más compleja para hacer el mapa, entraña sin duda dificultades. A ese respecto, Juan Pablo explica que se utiliza equipo de registro de alta calidad que es necesario situar con cuidado.

“Los micrófonos están a veces quince o dieciséis horas prendidos, y cuando volvés a buscarlos no sabés si te vas a encontrar con que te los mordió un zorro, te los tiró al suelo una vaca o simplemente te los robaron”, describe. Por ello, “se eligieron lugares con el menor riesgo posible de ese tipo de accidentes”.

Una vez obtenidos los registros empieza para Juan Pablo el trabajo duro de verdad, que incluye “toda una etapa de clasificación, editar, masterizar, probar cómo se escucha y cambiar cosas”, ya que, al igual que la escultura, se trata de un trabajo de desagregación.

“Crear un mapa sonoro es un proceso destructivo, donde uno va diciendo ‘esto no me gusta, esto sí’ hasta que en un momento se le encuentra la vuelta” expresa.

El grito de la naturaleza en peligro

Además de ser disfrutable al oído y de tener un valor documental para la ciencia, el mapa elaborado por Juan Pablo “intenta encender una luz amarilla” acerca del estado de conservación de las áreas de naturaleza en nuestro país.

“¿Qué me vienen a hablar de Uruguay Natural cuando me muestran un casino o unas termas?” se pregunta. “Me parece que el Uruguay Natural va mucho más allá, y hay una veta en la que se debería invertir más, que es el turismo de naturaleza”, especialmente “en el Uruguay profundo, que es el que está más conservado”.

En cuanto al estado actual del bosque nativo, el autor se expresa sin medias tintas: “está hecho pelota”, es el dictamen, lamentable situación que también se verifica en los bañados de Rocha.
Este deterioro ecológico es atribuible en buena medida a que “hay mucho agroquímico, y también ganadería sin ningún tipo de planificación. No se está conservando y eso a la larga va a traer muchos problemas”, advierte.

A modo de ejemplo de las consecuencias que puede acarrear esa falta de conservación, cita lo que ya ocurre desde hace varios años en la cuenca del Santa Lucía.
“Es un poco loco a veces, Uruguay por momentos se cree primer mundo, la Suiza de América, pero contamina su principal fuente de agua potable. Eso no se condice con una mentalidad de país de primer mundo”, lamenta.

En ese sentido, “el Mapa Sonoro del Uruguay sale al encuentro de esa situación, a decir ‘el Uruguay Natural es este, y está desapareciendo’, eso es lo que intenté”, enfatiza.

Esa progresiva degradación que se produce en varios ecosistemas de nuestro país puede percibirse en el mapa elaborado por Juan Pablo.

“La grabación que hay del anochecer en el Bañado de los Indios fue hecha en 2014. Yo quería hacer una nueva ahora, pero al intentarlo el panorama fue desolador”, recuerda.
“Pusieron ganadería no planificada casi que adentro del bañado, y el lugar ya no es lo que era. La Ruta 14, que era un camino de balasto muy tranquilo, se está terminado de asfaltar”, algo que significará el golpe final al carácter natural de ese espacio. “Ese tipo de paisaje se acabó, se murió”, remarca con pena, dado lo que representa ese sitio en su vida y su carrera.

“Es uno de los primeros lugares que conocí cuando empecé a observar aves, y en un lapso de catorce o quince años, despareció”, dice.

En opinión de Juan Pablo, este deterioro permanente que se produce sin que nadie tome medidas, evidencia una faceta poco recomendable de nuestra idiosincrasia.

“El uruguayo no tiene la conciencia ni la cultura de conservar. Es muy triste decir esto, pero lamentablemente es así”, sostiene. En su caso particular, señala que el mapa sonoro que acaba de presentar fue financiado de forma privada “por dos uruguayos con otra cabeza, que viajaron mucho y conocen mundo”.

“Eso también habla de lo que somos como país, que no se apoye algo así. No porque sea yo, sino porque es un proyecto que va a registrar el paisaje sonoro natural, algo muy importante para estudios posteriores”, refiere.

“Hoy en Uruguay todo el dinero que se invierte en conservación proviene de acuerdos internacionales, de oenegés privadas. No existe de parte del Estado un incentivo para que el ganadero conserve parte del bosque nativo y se le pague por eso, algo que en muchos países se hace, se va muy por la chiquita y es una situación muy triste”, considera.

“El mapa refleja un poco eso. Creo que el 95% de las personas en Uruguay no saben cómo puede sonar un amanecer en Laureles, y es de las cosas más lindas que nuestro país tiene para dar”, afirma.

“Me da mucha tristeza la gente que sigue vendiendo leña de coronilla y más tristeza que haya gente que la compre”, se queja, y agrega que para ese tipo de situaciones no hay más alternativa a corto plazo que fiscalizar mucho y aplicar castigos.

“Tiene que haber multas pesadas, mano dura con la tala ilegal, si (al infractor) lo mandan a barrer una plaza, no sirve”, asevera. Además, más allá del evidente valor intrínseco que tiene la preservación del bosque nativo, es algo también importante desde el punto de vista económico.

“Da muchísimo más dinero un árbol nativo en pie que uno talado”, afirma, y recuerda que en el mundo hay mucha gente dispuesta a pagar mucho dinero por ver un paisaje natural, algo que también ocurre con las aves.

En el mismo sentido, sostiene que “se tiene que acabar la caza de especies nativas, como los patos, no podemos ser más un país que recibe a cazadores de patos. No nos hace bien y no nos deja una buena imagen como país, como esa Suiza de América que decimos ser”.

Suena bien

Tras recorrer paisajes tan diversos como las selvas de Brasil, las llanuras de Uruguay o los hielos de la Antártida, Juan Pablo se encuentra en Colombia para impulsar una iniciativa única en la región.

“Estoy trabajando en un proyecto increíble, que es instalar la primera ruta en Latinoamérica de turismo de naturaleza en aves para persona ciegas. Ganamos una financiación de una agencia norteamericana y lo estamos haciendo acá, es algo totalmente pionero en el continente”, destaca con entusiasmo.

“Hay muchísimas personas ciegas que quieren viajar y conocer la naturaleza, pero no tienen oportunidad”. Esta ruta sí se las daría, y además podría servir como “puntapié inicial para que futuros proyectos de turismo tomen en cuenta indicadores de accesibilidad e inclusión”.

¿Cómo ayudar?

El trabajo de Juan Pablo requiere el uso de costosos equipos informáticos y de sonidos, así como su frecuente renovación. Por ello, lanzó una campaña de microfinanciamiento cuyo cometido y formas de colaborar puedes ver aquí. Al momento de redactarse la presente, llevaba recaudado un 37% de la cifra meta, que es 21.000 dólares.

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