Según el informe de Cárceles, esta medida “culpabiliza a la mujer por su forma de vestir y no al varón por su forma de comportarse”.
El último informe de Cárceles, elaborado por el comisionado parlamentario Juan Miguel Petit, tiene un capítulo especial dedicado al género y la situación de las mujeres en la cárcel.
El semanario Búsqueda resalta hoy que en su informe Petit revela que se prohíbe a las mujeres que visitan a reclusos el uso de pantalones ajustados y de colores claros, polleras, shorts, zapatos con tacos o plataformas, escotes o musculosas o ropa que pueda ser transparente como forma de evitar conflictos entre varones.
En su informe, Petit advierte que las cárceles donde se alojan mujeres, como ocurre en buena parte de la región, no son el resultado de un diseño -físico y funcional- específico sino una adaptación del modelo de cárcel masculina.
“La violencia o discriminación contra la mujer todavía contamina nuestras relaciones sociales y la misma también se constata tanto en el cotidiano de la privación de libertad como en la estructura física y normativa que la contiene”, apunta.
El reporte señala que el estigma que persigue a la mujer presa que ha roto con determinadas pautas culturales ancestrales “la hace muy vulnerable dentro de la prisión” y asegura que es necesario intervenir para “no reproducir estereotipos que perpetúen la desigualdad”.
En la mayoría de los casos, a las mujeres se las recluye más que a los varones, “se les retacea la salida al patio o los espacios más abiertos en los cuales se ubica a los hombres”.
“La vestimenta que deben usar las mujeres durante la visita a las cárceles de varones o mixtas constituye un ejemplo de todo lo anterior”, dice sobre el aspecto resaltado por el semanario.
“A esto se suma la prohibición de determinados colores destinados a todos los visitantes -varones o mujeres- por razones de seguridad. Las instituciones penitenciarias -reflejando a su manera lo que también ocurre en otros ámbitos de la sociedad- no trabajan sobre la mirada del varón hacia el cuerpo de la mujer sino que se evita que la mire tapándola o evitando que se muestre. Esto, de alguna forma, culpabiliza a la mujer por su forma de vestir y no al varón por su forma de comportarse”, reflexiona.
También destaca que muchas relaciones de dominación entre varones y mujeres se siguen una vez que el varón se encuentra recluido y exige a la mujer que le ingrese determinados bienes para su uso o trueque adentro de la cárcel, lo que es una forma de exponer a muchas mujeres a un procesamiento o una privación de libertad.
Para controlar esta situación las cárceles han implementado diferentes sistemas de registro al momento en que los visitantes ingresan a la cárcel. “En el caso de las visitantes mujeres se las somete a una revisación exhaustiva y diferente a la que se somete a los hombres, aunque también los varones puedan ingresar objetos en su cuerpo. El uso de medios tecnológicos de revisación no sustituye actualmente el registro personal y además en la mayoría de nuestras cárceles no hay escáneres o los hay sólo para los bultos”, dice el reporte.
Respecto a la posibilidad de realizar una interrupción voluntaria del embarazo el tema debe manejarse con cierta discreción por parte de algunos operadores de la salud, debido al “estigma que las mujeres que cometen delitos contra sus hijos tienen dentro de la población carcelaria”.
Petit añade que si se considera que el grupo de mujeres privadas de libertad es minoritario y poco visibilizado, mucho más aún lo es el grupo de personas recluidas con otras identidades de género.
“Se trata de un grupo muy vulnerable, que puede ser víctima de abuso sexual o de discriminación, cuya salud en general está más deteriorada que el grueso de la población y que posee escasas herramientas educativas para reinsertarse una vez que sale en libertad”, informa.