Llegaron en 2014 huyendo de la guerra en su país.
La familia Alsabli llegó a Salto el 14 de octubre de 2014 huyendo de la cruenta guerra que se libra en Siria. Su ilusión era vivir mejor. Viajaron, dicen, con la promesa de un próspero futuro laboral. Sin embargo, esto, sostienen, no sucedió. Y hoy, hundidos en la pobreza, quieren emigrar hacia otras tierras.
“Nos mostraron maravillas de Uruguay y nos dijeron que mis hermanos mayores iban a conseguir trabajo enseguida. Como queríamos mejorar nuestros padres aceptaron el ofrecimiento, pero estamos mucho peor que antes. Nunca nos dijeron que vivir aquí era tan caro”, dijo uno de los hijos de Alsabli, el padre de familia.
Cuando habla señala los pies de unos de sus hermanos más chicos para mostrar como calza un par de championes con agujeros y rotos en sus telas.
“Allá no vivíamos así, andábamos bien vestidos y un calzado de este tipo cuesta cinco a seis dólares. Acá no se consigue nada por ese precio, todo es muy caro y no la estamos pasando bien”, acotó el joven.
Para Mehri Alsabli la preocupación está centrada en el futuro de su familia. “Ahora no llegamos a fin de mes con el dinero que recibimos”, sostiene.
“La comida escasea los últimos días del mes y si no producimos nos va a ir peor. Comprar nylon en una barraca, semilla, alguna herramienta, comida y ropa para diecisiete personas con catorce mil pesos no alcanza. Eso preocupa, por eso queremos trabajar y no tener problemas. No estar loco como dice Javier (Miranda, secretario de Derechos Humanos de la Presidencia) que nos traigan las herramientas como prometieron y no hacemos problemas, queremos vivir en paz”, acotó el refugiado.
La base alimenticia de este numeroso grupo es la harina y el arroz. “Pan casero, arroz con algún tomate o alguna otra verdura y muy escasa carne porque es muy cara. Ahora que mis hermanos están de vacaciones no comen en el comedor de la escuela. Nos está faltando leche, porque las cabras no dan mucha, entonces solo toman los más chicos”, dijo otro de los adolescentes que no se avergüenzan de la situación.
Mediante su hijo, que habla algo de español, señaló que le molesta que la traductora que le adjudicó el programa no lo atienda y no cumpla con lo acordado. “Desde ayer esperamos para llevar a mi señora a un dentista y no apareció nadie y nosotros no sabemos a dónde ir y nadie nos ayuda. La traductora no nos atiende”, reclamó.
Mehri es consciente que sus declaraciones a la prensa molestan a los integrantes del programa de refugiados porque se lo han hecho notar, pero está muy tranquilo de su actitud porque está convencido de que no miente cuando reclama por lo que le prometieron. “No aceptar mentiras, no estar loco, ser derecho y solo querer trabajar, nada más”, dijo en relación a sus reclamos.
En octubre de 2014 Uruguay recibió a cinco familias sirias, con 42 personas, en calidad de refugiadas.