Habiéndose iniciado tocando canciones de Led Zeppelin, cambió el rumbo y se transformó en el dios de la charanga y un “empresario del amor”.

Por Federica Bordaberry
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Lo conocieron en Bella Unión, en la Fiesta Nacional de la Producción. Puede haber sido en 2010 o en 2011, no recuerdan bien. Había algo así como tres mil personas y ellos tocaban antes que él. “El toque nuestro estuvo increíble, estábamos re copados, pero cuando subió él al escenario nos dimos cuenta que era algo importante lo que pasaba. La gente se tiraba hacia el escenario, era como estár viendo a Mick Jagger, era muy fuerte”, dice Diego Drexler, cantante de la banda uruguaya Cursi.

Y lo era.

Mario Silva en el interior del país fue muy fuerte.

Después, se cruzaron varias veces en estaciones de nafta por el interior del país. Es, involuntariamente, el punto de encuentro de los artistas que giran por ahí. Cardona era un lugar bastante frecuentado, frenaban varias veces las camionetas de los músicos a cargar nafta y a comer algo.

Se les ocurrió invitarlo a cantar como invitado en el último disco que harían, Apocalipsis Samba, que salió en 2012. Mario dijo que sí y grabó en Montevideo, en el estudio La Mayor.

Al tiempo volvió específicamente para la presentación en la capital, en la Sala Zitarrosa.”La letra era de un poeta que se llama Pablo Galante, era una letra con bastantes metáforas y el mismo Mario nos preguntaba qué quería decir acá y allá, que era complicadísimo, pero nos gustaba generar esos puntos de encuentro porque capaz que Mario nunca hubiera cantado una canción de un poeta montevideano”, agrega Drexler.

Jean suelto. Championes deportivos. Campera del estilo Italia ’90, deportiva, de nylon, con figuras geométricas y colores chillones. “Este loco tiene mucho más rock que muchos que dicen tenerlo”, pensó Diego cuando lo vio. Así vestido, Mario se subió al escenario y “se puso al público en el bolsillo”. Aunque ese no era su público, ese era público específico de Cursi.

Pidió al público que alzaran las manos y la gente terminó bailando. “Tenía un aspecto rockero, pero cantaba melódico y tenía una voz como súper raspoza, y tenía un magnetismo especial”, comenta. Tenía el don de gente, eso es seguro.

Mario le agradeció a Cursi por invitarlo a tocar en Montevideo, porque no le daban importancia en la capital y porque los medios no le daban lugar a la charanga. Eso hacía Mario, charanga, que es música tropical, música popular, música del interior, pero sin instrumentos de viento.

Él les agradecía a ellos. Eso también, Mario Silva era educado y agradecido con la gente.

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La edad exacta de Mario Silva la saben pocos. Cuando murió, los medios dijeron que tenía 64, 66, 68 años. Ninguno acertó.

En una crónica para el diario El País, Leonel García escribió, “no sabe exactamente -o no quiere decir- cuánto tiempo lleva en la música tropical. “Tengo 25 discos… o 26”. Con la edad es más evasivo todavía”. Es cierto, lo era. No se la decía a nadie, no hacía referencias a años, la escondía.

Quizá, tuviera que ver con dar la imagen de romántico eterno. Quizá, haya querido ser joven para siempre.

“Yo le pregunté y nunca me quiso decir la edad, te decía que tenía muchos años en la vuelta. Una vez me dijo que cantaba desde antes de la electricidad y se mataba de risa, siempre te la tiraba al corner, era re coqueto con eso de la edad”, dice Fernando Tetes, quien lo presentó durante casi doce años en el Prado.

Su hijo, Marito Silva Jr, apareció cuando su padre tenía 43 años. “Mi padre siempre quiso mantener guardada su edad exacta y hasta ahora no lo han podido comprobar, no lo voy a revelar yo”, dice Marito.

Este perfil tampoco lo hará.

Aunque algunos datos sí: nació un tres de diciembre, tuvo su primer hijo, Hernán, con 26 años y a su segunda hija, Daniela, con 29. A Marito, con 43 y, por esa época, ya era un ícono del interior.

Algunos otros: cuando Daniela tenía seis años, se fueron para Artigas. Cuando tuvo 15, se volvió a Montevideo tras la separación de sus padres.

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Nació en Montevideo y de su infancia no se sabe mucho más. No contó o no le preguntaron. Su madre murió y su padre también. Testigos de su infancia, entonces, quedan sus dos hermanas. Para el resto de su vida está la única mujer con la que se casó, de la cual también se divorció, están los dos hijos de ese matrimonio, Daniela y Hernán. También está la segunda mujer con la que estuvo establemente en pareja, con la cual tuvo cuatro hijos más. Uno de esos hijos, Marito Silva Jr., dice que hay otro hijo en Tacuarembó, que es hermano suyo.

No se sabe bien si son esos los hijos de Mario o si hay más.

Se dice que Mario Silva tenía más hijos de los reconocidos. Se dice que siempre tuvo muchas mujeres. Se dice que varios han salido a declararse hijos suyos.

Se dice, pero no se sabe.

Leonel García escribió, en su momento: “’De repente en esta aventura de ser cantante pasan cosas, uno conoce muchas chicas… Cuando no tenés experiencia… No le das la importancia que tiene todo, ¿tú me entendés?’. La fama de mujeriego la deja en el pasado. ‘También las mujeres pueden ser `hombreriegas`… Yo soy muy tímido, nunca encaré… es que… el músico que diga que el escenario no te hace lindo es un hipócrita. Yo me miro al espejo y no veo nada’, sonríe. Ruega con la mirada cambiar el tema. Ahora estoy mucho más centrado’, dice como sentencia redentora”.

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Fue en 2009 o 2010 que Fernando Tetes empezó a presentar a los artistas de Plaza Prado. Como periodista montevideano, conocía su nombre, pero no mucho más. “La primera vez que lo presenté fue una demencia, me encantó ver la emoción que tenía la gente de ver a Mario”, dice.

Fata Delgado, quien compartió escena musical con Mario, recuerda que “un día, iba con la camioneta de los Fatales por la calle de atrás de Cimarrón. Había un espectáculo grande y había como dos mil personas. Cuando paso, Mario se venía bajando y la gente se la tiraba arriba. Me lo acuerdo de pelo largo, con una chaqueta negra, era como si fuera un Rolling Stone, un super star. No lo pude ni saludar”.

“Un año estuvo Chacho Ramos que había invitado a Lucas Sugo y a Marito. Era como si fueran los Rolling Stones, había miles de personas y gente que no había podido entrar afuera en la vereda, gritando el nombre de Marito”, agrega Tetes.

Fata confesó, también, que muchas veces cuando lo iban a contratar para tocar, lo llamaban para pedirle que cambiaran de semana el show. Sucedía eso, si ese fin de semana tocaba Mario Silva, que se llevaba todo el público, no importaba quién tocara en otra parte. En el interior, además, es más o menos así, hay tres o cuatro shows por noche. “Hacía mucha fiesta en Facultad de Veterinaria y en lugares donde estudia la gente del interior en Montevideo”, agrega.

En su crónica, Leonel García dijo: “En el interior hay pocas cosas más democráticas que la música tropical y pocos ídolos mayores que él. Y Su Majestad Romántica no se niega a nadie ni deja de sonreír.”

Eso sucedía. Le pedían fotos por todas partes, lo agarraban para charlar, lo querían conocer. Y él siempre decía que sí, con educación, con tranquilidad, con amabilidad. “Yo nunca lo vi de mal humor con una persona del público y eso que, a veces, un desubicado dice algo de más, pero el tipo siempre tenía cordura, era muy amable con la gente”, acota Marito Silva Jr.

“Se sacaba cien fotos por noche en el Prado. Yo tenía esa sensación de que estaba hablando con un tipo que era muchísimo más importante de lo que yo creía y que tenía una timidez muy fuerte, como que no quería que lo pasara por arriba toda esa locura de gente”, dice Tetes.

El propio Mario se lo dijo a García, “si Mario Silva es alguien, es gracias a la gente”. “Era un semidios cuando lo conocí y no tenía ni idea quién era”, agrega Tetes.

Y eso, obviamente, tenía un costo familiar. “Papá era como un hermano más grande, bastante bohemio. Vivía por y respiraba música, solamente. No tenía participación como papá, el del que te da consejo y es referente, siempre fue por y para la música y la gente”, dice Daniela Silva.

Y Marito Silva Jr, recalcó algo parecido. “En algún momento me llegúe a enojar porque le daba más atención al público que a su propia familia, yo no estaba de acuerdo con eso porque quería su atención”, comenta. Sin embargo, Marito lo acompañaría a muchísimas giras e, incluso, terminaría cantando con él en los escenarios del interior.

“No es que fue un mal padre, no fue un padre. Era como un hermano más grande que cantaba y nos dejaba plata”, agrega Daniela.

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Antes de todo, fueron las bandas de rock. “De joven y en Montevideo cantaba rock, temas de Jimi Hendrix, Pink Floyd, Bread, Doobie Brothers y Jethro Tull, en un grupo llamado Amos”, escribió Leonel García.

En algún momento, trabajó en una fábrica de zapatos, donde conoció a su ex mujer. Fue funcionario de OSE, se fue a Buenos Aires a probar suerte, volvió a Montevideo sin suerte, se fue a Artigas, empezó con Mogambo, siguió con los Elegidos de Artigas, pasó por los Herederos, Sonido Profesional, y se hizo solista. Vivió también en Salto, volvió un año a Montevideo, después estuvo en Tranqueras y terminó en Melo.

“Yo empecé cantando rock pesado, mi conjunto predilecto era Led Zeppellin, y mi trabajo era cantar, no sé hacer otra cosa”, dijo Mario en el programa de TV Ciudad, Memoria Tropical.

En ese mismo programa, el percusionista César Richard Pereyra comenta lo siguiente:

“Empezamos juntos en un grupo que tenia mi viejo armado, Banda Brava se llamaba, él había dejado otro grupo anterior que tuvo y estuvimos unos años ahí. Hicimos carnaval juntos también con una revista, Musicalísimo creo que era en ese entonces, estuvimos con la orquesta de los pleneros, de la sonora, grupo Amos también, una música beat.

Hacíamos rock con grupo Amos y cantaba en inglés. También fue poco tiempo, estuvimos cerca de un año y ya lo tenia el estilo definido, había que dar con la gente que se ajustara a lo que él quería.

Siempre le gustó cantar y era una persona que siempre se preocupaba. Escuchaba un tema, lo traía y trataba de hacerlo al estilo de él, modificar el tema no copiar”.

Pasaba eso, las letras de Mario no eran de Mario. Lo que era suyo eran los arreglos, la charanga, el ritmo. Daniela, su hija, recuerda que le traían material para escuchar desde Artigas, de Brasil o de Paraguay. Ella era su cómplice en eso, en escuchar los casettes y pasar las letras a mano en una cuadernola. “Todo el tiempo era eso, la música, la gente, las entrevistas, las radios, una de las bandas de las que sacó muchos temas es Bronco”, dice.

En su primera etapa en la música tropical tomó versiones del Puma Rodríguez. Usó canciones como “Llora el teléfono”, “Te quiero”, “Cómo te voy a olvidar”, “Piensa en mí”, “Te deseo a morir”, “El reloj cucú”, “Caña brasilera” y las volvió clásicos del Norte.

Esas letras, según Mario, siempre tenían mensaje. Enamoraron a muchas parejas, a muchos matrimonios, “podríamos decir que soy empresario del amor”, dijo Mario a TV Ciudad.

“Él es conocido como un romántico en Uruguay, pero Mario hizo varios tipos de cumbia, mas movida también. Pero siempre lo que identifica a Mario son las letras, siempre buscó hacer letras con contenido, eso es lo que lo identifica y lo que lo lleva a ser un romántico”, dijo Ruben Vázquez, guitarrista que trabajó con Mario.

Cambió la forma de hacer música tropical en el interior por las letras que empezó a elegir. Romanticonas, de este estilo:

Las horas más lindas las paso contigo

No quiero ni pensar si un día me faltas tú

No quiero ni pensar, no, no

Tú me acostumbraste a ser como un niño

No quiero ni pensar si un día me faltas tú

No quiero ni pensarlo amor

Pídeme la luna y te la bajaré

Pídeme una estrella y hasta allá me iré

Más nunca me digas no te quiero más

Porque esas palabras hacen mucho mal

Pídeme la vida y te demostraré

Cuánto yo te quise, cuánto te amaré

Tú fuiste y has sido para mi el amor regalo

Más lindo que me ha dado Dios.

Aunque también hizo otra cosa.

Antes de que apareciera Mario en escena, las bandas de música del interior tenían los mismos nombres que las de Montevideo. Se les agregaba el “de Artigas” o “de Salto”, al final.

El ejemplo perfecto de Queguay. Cuando en Montevideo esa banda se separó, se formó otro grupo y quedaron Queguay y Herederos. En Artigas sucedió exactamente lo mismo. Después de Mogambo, Mario Silva integró los Herederos de Artigas. Y decidió cambiar el nombre de la banda por cuestiones lógicas: ese nombre ya existía.

Esa banda pasó a ser, una vez que Mario entró, Mario Silva y sus Elegidos. Mario hizo eso, le abrió las puertas a las bandas del interior a que se pusieran sus propios nombres.

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Después de todo aquello, apareció Sonido Profesional. Mientras integró esa banda estuvo, quizá, en su pico de fama. El propio Mario recordó que había una radio en Tacuarembó que pasaba música a pedido de la gente y que en dos horas escuchaba ocho o nueve canciones suyas.

Demostró que tanto lo dulce como lo doloroso podía cantarse al ritmo de la charanga. Aunque nunca bailó, se movió levemente lado a lado. “Yo soy un árbol bailando”, dijo en alguna entrevista.

Cuando murió Mario, Lucas Sugo dio una entrevista en Desayunos Informales y dijo que “Mario Silva fue el primer ídolo fuerte del interior, esa impronta personal y esa forma de cantar, no hay cristiano que cante con más sentimiento que Mario Silva y eso llega al corazón de la gente”.

Vivió los éxitos con Sonido Profesional, pero quiso volverse solista. En su lugar, en la vacante que dejó libre, entró Lucas Sugo.

“Luego de Sonido Profesional me largo como solista, ya paso a ser Mario Silva. Lo hice no solo por eso, sino porque empece a tener algunas discrepancias con el dueño de Sonido Profesional que, en ese momento, no le interesaba Montevideo. Es como todo, tú conquistas la capital de un pais y se te hace más fácil”, dijo Mario a TV Ciudad.

En aquel momento fue cuando lo conoció a Gonzalo Dufour, quien sería su representante muchos años. “Lo conocí en 2004, cuando llegó por primera vez a nuestra productora. Trabajó durante tres años, se fue a Montevideo y pasó por varios departamentos hasta radicarse en Salto. Estuvimos juntos trece o catorce años, entre sus dos venidas, produciéndolo a nivel país”, dice Dufour.

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Gracias a un arreglo con Dufour, Mario cobraba un sueldo que le permitía vivir de la música con cierta tranquilidad. “No soy de ahorrar. La vida tenés que vivirla. En el buen sentido, ¿eh? Que a tus hijos no le falte nada… pero no soy de guardar dinero”, le dijo a Leonel García.

No lo guardaba porque lo gastaba. Mario tenía una adicción al casino, jugaba a los slots. También le gustaban los caballos de carrera y apostar a ellos. “Supuestamente andaba por todos lados, Tranqueras, Melo, Salto, para intentar alejarse del casino, cuando nosotros éramos chicos jugaba a carreras de caballo y perdía todo, una locura”, dice Daniela Silva.

Jugaba lo que ganaba en la semana. De hecho, prácticamente no tuvo propiedades. Tuvo una casa y un auto cuando estuvo tocando con Sonido Profesional, pero lo vendieron a medias con su ex mujer y lo dividieron cuando se divorciaron. Aquello fue lo único, después alquilaba y usaba los autos que le daban.

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En sus años como solista se hizo una propuesta de hacerle una estatua de granito y bronce, de cinco metros, en una localidad salteña, Villa Constitución. “No lo merezco”, le dijo a Leonel García.

También consiguió el fanatismo de Fabián O´Neill. Una vez, él y su banda durmieron en su casa. En otra instancia, Paco Casal le preguntó a Carlos Bueno qué regalo quería para su cumpleaños. Él contestó que quería que cante Mario Silva en su fiesta. El propio O´Neill dijo: “El corazón lo tiene siempre adentro, se lo saca y se lo da a otro cuando está cantando y eso es mucho”.

El furor de Mario como solista se dio cuando empezó a tocar en Montevideo. “En la época de los bailes de Veterinaria era un éxito rotundo, metían tres mil o cuatro mil personas al aire libre los viernes, era una cosa fuera de serie”, dice Dufour.

Durante la semana tocaba viernes, sábados y domingos. A veces, la gira empezaba los miércoles para tocar los jueves. Llegó a hacer ocho shows en una noche. Tiene más de 25 discos hechos. Grabó casi toda su carrera en Sondor.

Guillermo Duarte, dueño del boliche Cimarrón, recordó en TV Ciudad que en las épocas en que se compraban mesas en los boliches, y se iba con amigos o con familias, él tenía diez años. La primera impresión que tuvo de Mario fue cuando, en una de esas idas, lo vio entrar con una camisa azul, pantalón y zapatos blancos. Todo el público se paró a aplaudirlo. Entendió que era un artista admirado.

“En el ´98 vino y fue el primer tipo que metió cinco mil entradas en una Rural del Prado, los temas de él se siguen escuchando como si no hubiera parado en ningún momento, en el interior sigue totalmente vigente”, dijo.

“En la adolescencia no paré de viajar, andaba en bailes y en la noche con él, yo cargaba los parlantes”, dice Marito Silva Jr. sobre cómo empezó su carrera musical junto a su padre. “A los quince me empezaron a dar otro cargo, tocaba un instrumento, y cerca de los veinte empecé a cantar una canción por baile. Después, fueron aumentando y, a lo último, estábamos cantando una y una”, agrega.

Mario nunca tuvo celular. Según Daniela, le molestaba mucho el aparato. Entonces, para comunicarse con él había que estar al lado suyo o por teléfonos ajenos. Si eran temas laborales, el contacto era a través de Gonzalo Dufour y, si era personal, a la pareja que tuviera.

“Mi padre era estricto, el loco tenía que dormir bien, tenía que andar descansado siempre, él no podía andar mal dormido. Era una persona con temperamento fuerte, pero con la familia, con el público nunca lo vi reaccionar fuerte o de mala forma”, comenta Marito Silva Jr.

Y Dufour dice lo mismo: “Tenía un carácter medio fuerte, donde se hacía respetar, pero era llevadero, con el tema de trabajos era llevadero”.

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En YouTube, sí, decenas de videos de él cantando. Pero en Spotify, nada. En otras plataformas de música, tampoco, nada.

Existe un perfil llamado Mario Silva, es cierto, pero tiene cero oyentes mensuales. A ese Mario Silva se le atribuye participación en una canción en 2018 con Lito Silva llamada Eres un milagro.

Hay otro perfil, que se llama Mário Silva. Ese no es él, aunque aparecen vinculadas canciones del Mario Silva uruguayo a este: La mujer que amo, La mujer de mi vida, Pídeme la luna.

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Lo primero fue la diabetes. Cuando Daniela tenía 18 años, más o menos, su padre apareció en Montevideo muy flaco. La gente decía que podía ser sida, cáncer, adicción a las drogas.

Pero no era ninguna. Sus hermanas le pagaron los exámenes, porque él nunca tuvo cobertura médica. Y era diabetes.

Pero no fue poco, “se automedicaba con insulina. Se sentía bien, se paraba, se sentía mal, se acostaba. Se alimentaba mal, nunca se cuidó, nunca ejercitó, eso fue muy progresivo y rápido y le empezo a afectar todo, nadie lo veia formalmente porque no tenia sociedad médica”, dice Daniela.

De a poco, la diabetes lo fue afectando. Cuando comenzó la pandemia, Mario dejó de tocar. “Eso lo mató a papá”, dice su hija. Mientras tanto, lo cuidaba su tercera pareja, Cecilia, que tenía casi la misma edad que Daniela.

Empezó a tener ACVs hasta que lo internaron en el hospital en Melo.

En algún momento, Marito Silva Jr. comentó en sus redes que Mario estaba mal, que no podría volver a ver a su público. Gonzalo Dufour, por su parte, no desconoció la enfermedad, pero dijo que no se encontraba en tal estado. Daniela aclaró que, además, en sus últimos días tuvo principios de Alzháimer.

Hasta que el cuerpo no le aguantó más.

Herencia no dejó nada. Eso lo confirman sus hijos. El entierro fue en el cementerio de Melo y, previo, hubo un velorio en una sala velatoria privada. Aunque la ciudad de Melo no era un punto fuerte de Mario, la gente se juntó para despedirlo. Quizá, si hubiese muerto en Salto lo hubieran despedido muchas más personas.

Ese ocho de setiembre de 2021 que Mario murió, llovió.

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