Ocurrió en Brasil. La madre enfermó gravemente y estuvo intubada e inconsciente durante la cesárea. Cuando despertó, el niño ya había nacido.

Inconsciente y conectada a un respirador, Maryane da Rocha Santos estaba en una unidad de cuidados intensivos dedicada a pacientes con covid-19 cuando dio a luz. En coma inducido a causa de complicaciones de la enfermedad, fue madre de Bernardo -su segundo hijo- un bebé prematuro extremo, que nació a las 28 semanas de gestación. Madre e hijo solo se conocieron 74 días después del nacimiento, en un encuentro que fue celebrado con una salva de aplausos del personal de salud del hospital.

Con un peso de menos de un kilo y medio, Bernardo llegó al mundo el viernes 8 de mayo a través de una cesárea decidida por los médicos en un intento por salvarle la vida. El Covid-19 había comprometido el 50% de los pulmones de la madre, quien sufrió un paro cardiorrespiratorio y debió permanecer en coma inducido. Cinco días antes de que ella despertara, los médicos decidieron hacerle una cesárea en la unidad de cuidados intensivos en un hospital en Fortaleza, la capital del estado de Ceará.

Tan pronto como despertó, la única preocupación de la madre fue saber de su hijo. “Puse mi mano sobre mi vientre y le pregunté a la enfermera: ‘¿dónde está mi bebé?’, y ella simplemente dijo que no me preocupara”, recuerda Maryane en declaraciones a El País Brasil.

Recién el 21 de julio la madre logró sostener al pequeño en sus brazos, cuando los profesionales de la salud consideraron que reunirlos era seguro. “Nació muy delgado. Los médicos me dijeron que sus pulmones y otros órganos aún no habían madurado. Lo que sé sobre el parto es lo que me contó mi esposo. M perdí todo sobre el nacimiento de mi hijo, pero eso ya no importa. “, dijo Maryane, quien durante el tiempo que estuvo lejos de Bernardo solo pensaba si él estaría bien.

El bebé nació de 40 centímetros y pesaba 1.395 kg. Pasó dos meses en cuidados intensivos neonatales en el hospital antes de ser dado de alta. Aunque la madre tenía COVID-19, el bebé no contrajo la enfermedad. Durante el tiempo que estuvieron internados, madre e hijo no pudieron recibir visitas debido a las restricciones impuestas en el contexto de la pandemia.

Maryane, de 31 años, fue dada de alta el 31 de mayo de la unidad de cuidados intensivos (UCI), pero permaneció hospitalizada debido a las consecuencias que la enfermedad le dejó. “Salí de la UCI sin poder caminar. Tuve que volver a aprender cómo caminar, cómo comer alimentos sólidos. Solo me dejarían salir cuando estuviera curada, y mientras tanto no podía ver a mi hijo”, recuerda.

A pesar de no tenerlo a su lado, todos los días Maryane sabía cómo estaba su hijo. Pudo verlo a través de fotos y videos. No era lo mismo, pero al menos sabía que todo iba bien.

La madre fue dada de alta del hospital, regresó a su hogar y la angustia se apoderó de sus días. “Me tomó 74 días conocer a mi hijo debido a la pandemia. Todos los días intentaba poner en mi cabeza que todavía estaba en mi vientre”, recuerda.

Pese a la distancia, logró “hablar” con el bebé a través de los registros de audio que envió a los profesionales de la salud, quienes, a su vez, le enviaron videos del pequeño Bernardo. “Cuando yo estaba más llorosa y él escuchaba mi voz, también lloraba. Creo que lo sentía de alguna manera”.

La semana pasada, finalmente, se le permitió recoger a su hijo. “¡Es mi bebé! ¿Puedo tomarlo?”, Preguntó tan pronto como lo vio por primera vez. “Ahora ha estado en casa durante una semana y veo que no es tan frágil como imaginé. Es un guerrero”, subraya Maryane, orgullosa de su bebé.

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