En un momento en que los países de la frontera del bloque como Grecia, Hungría e Italia enfrentan dificultades para recibir migrantes que huyen de los conflictos en Medio Oriente, Juncker pidió a Europa que recuerde su propia historia y que ignore a los partidos populistas.
“Es hora de acciones audaces y determinadas para la Unión Europea”, dijo, pidiendo al bloque a que se reparta a 120.000 refugiados, sumándose a los 40.000 que ya pidió la Comisión en la primavera, principalmente sirios y eritreos.
Según los cálculos de la Comisión, que hace el reparto considerando criterios como la población del país, el PIB total y la tasa de desempleo, Alemania, Francia y España serían los países que más refugiados recibirían próximamente.
Ayer, España aceptó la cuota propuesta por la Unión Europea, que le pidió a Madrid que acoja a 14.931 refugiados, dijeron fuentes de la presidencia. A esta cifra se suma las 2.749 plazas para refugiados prometidas en junio, por lo que en total el país recibiría a 17.680 personas.
Juncker pidió que tras el reparto de estos 160.000 solicitantes de asilo, la Unión Europea instaure “un mecanismo permanente” para hacer frente “más rápidamente” a un nuevo récord migratorio.
Los países que se nieguen podrían ser multados.
La canciller alemana, Angela Merkel, que se comprometió a que su país reciba medio millón de migrantes por año, reclamó nuevamente ayer que se instaure un reparto “obligatorio” en la Unión Europea, a lo que se oponen varios países del este del bloque.
El primer ministro británico, David Cameron, reiteró su oposición a las cuotas. Cameron se comprometió a recibir 20.000 refugiados en los próximos cinco años, pero no los que ya están en Europa, sino los que viven en campos en Turquía, Jordania y el Líbano.
Religión, a un lado.
Juncker instó además a la Unión Europea a que no distinga a los refugiados según su religión. “No hay religión, creencia, filosofía cuando se trata de refugiados”, expresó el funcionario.
La semana pasada el primer ministro húngaro, Viktor Orban, que se opone a las cuotas obligatorias por país, dijo que la llegada masiva de migrantes amenaza las “raíces cristianas” de Europa.
En Francia, adonde llegó este miércoles el primer contingente de unos 1.000 exiliados, algunos diputados se pronunciaron por recibir únicamente a cristianos.
Juncker abogó por que los migrantes tengan derecho al trabajo desde su llegada al territorio europeo y que se abran vías legales a la inmigración.
Estas declaraciones generaron críticas en sectores contrarios a la inmigración.
“Proponer que los clandestinos puedan trabajar en un país como Francia, que ya tiene siete millones de desempleados, es un escupitajo en la cara para los desempleados franceses”, reaccionó indignada Marine Le Pen, eurodiputada del Frente Nacional, un partido de la extrema derecha francesa.
¿Y EE.UU.?
El secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, afirmó ayer que su país está decidido a acoger más refugiados sirios para responder a la crisis migratoria que está afectando a Europa, aunque no dio cifras.
Kerry habló al respecto tras reunirse con varios legisladores en el Congreso para tratar la situación. “Estamos mirando detenidamente el número de refugiados que podemos gestionar”, comentó Kerry en unas declaraciones a los periodistas al término del encuentro con los legisladores.
Los compromisos asumidos por los países europeos han aumentado la presión para que EE.UU. se involucre en esta crisis migratoria.
Desde que comenzó la guerra en Siria hace más de cuatro años, EE.UU. recibió a 1.500 refugiados de ese país, la mayoría en los últimos meses. No obstante, la Casa Blanca dijo que ha donado US$ 4.000 millones en ayuda humanitaria a refugiados sirios en todo el mundo.
El compromiso expresado hasta ahora por el Gobierno estadounidense era el de aceptar una cifra de 5.000 a 8.000 durante el próximo año.
El Gobierno del presidente Barack Obama señaló en conferencia de prensa que está considerando “activamente” una serie de opciones para responder a la crisis migratoria, que incluyen “el reasentamiento de refugiados”.
La reportera húngara que pateó y puso zancadillas a refugiados sirios que llegaban al país desde Serbia ha reconocido su acción, pero no ha querido dar explicaciones y no ha pedido perdón, informó ayer el medio para el que trabajaba.
El Comité Helsinki por los derechos humanos ha señalado que, como la reportera pateó a varias personas, podría enfrentarse a una pena de cárcel de entre uno y siete años, ya que los hechos están agravados porque la violencia está dirigida contra miembros de un colectivo.
El canal privado N1, cercana a la extrema derecha, despidió a la periodista.