Podrá gustar más o menos, pero la experiencia de ver a los Rolling Stones en vivo es inigualable. Quienes fueron a algún recital aseguran que es de lo mejor que han visto en su vida.
Trabajo y placer
Andrés Sanabria, director del sello Bizarro, trabajaba en los noventa como cronista, y eso le permitía cubrir shows internacionales. Por trabajo fue que llegó a Buenos Aires en 1995: los Rolling Stones presentaban Voodoo Lounge, para muchos el último buen disco que editaron, en el Estadio Monumental de Núñez.
Sanabria no tiene recuerdos claros de aquella vez, más allá de que sabe que estuvo “muy bueno”. Pocos años después los volvió a ver en la capital argentina, y esta vez fue por gusto personal, y ese show sí está grabado en él. Fue en 1998 y el telonero (pavada de telonero) fue Bob Dylan, que después tocó con ellos una versión de “Like a rolling stone”.
“Me acuerdo de lo tremendo del escenario, que una de las dos veces había una especie de dragón que escupía fuego. Es impresionante”, le cuenta a El País. Igualmente, él también pudo ver a Keith Richards en solitario tocando en Buenos Aires; fue en auto con amigos, y lo disfrutó bastante más que los otros.
“Este es un viejo tema”, dijo en precario español Mick Jagger antes de presentar “Satisfaction” en el Monumental en 1995.
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Fiebre rolinga
Florencia Barre cumplía 15 y quería ir a ver a los Rolling Stones al Monumental. Era 2006. Les dijo a sus padres que tenía dinero ahorrado; era el auge de las bandas rolingas en la región, La 25, Jóvenes Pordioseros, Intoxicados y Los Piojos, entre otras. Y le dijeron que no.
Un par de días antes del show, la familia la reunió y le entregó un sobre, el pasaje a un momento inolvidable de su vida. Pero algunas cosas salían bien y otras no: el barco que la llevaría a Argentina (junto a su padre, otros familiares y decenas de fanáticos) se rompió.
Barre, hoy periodista de El País, tiene clarísimo el momento en el que entró a la tribuna del Monumental, porque habrán pasado dos o tres segundos hasta que los Stones salieron a escena con “Jumpin’ Jack Flash”. Se perdió a Los Piojos, pero valió la pena.
“Fue una locura. Es algo inmenso”, recuerda. Hoy no es tan fanática de la banda, pero aquel momento fue increíble y no lo olvidará más. ¿De lo mejor que vio en vivo? Sin dudas.
Así sonó “Jumpin’ Jack Flask” en 2006 en Argentina:
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Un amor inmenso
El músico Dinamita Pereda también fue a verlos a Buenos Aires en 2006. Se acuerda con detalle del momento en que estaba subido a los hombros de un amigo, y todas las luces del Monumental se apagaron. Hubo un silencio breve pero imponente, y arrancó “Jumpin’ Jack Flash”.
Él sabe que no es demasiado subjetivo al hablar de esto; los Rolling le gustan demasiado y si uno piensa en la influencia stone en Uruguay, piensa en las canciones de Dinamita y La Swing Factory.
Pero igualmente, el show que vio no se compara a nada. Ver a Mick Jagger corriendo durante tres horas, escuchar la batería con timbre de jazz de Charlie Watts y moverse en el estadio para comprobar que de todos lados sonaba igual de bien, y ver a Keith Richards llorar cuando el público le gritaba “¡olé, olé, olé, oléeee, Richards!” son cosas que evidentemente no tienen precio.
A Pereda lo entusiasma que los Stones vengan “al barrio” (vive en Parque Batlle) y está convencido de que este espectáculo servirá para “taparle la boca a muchos” y para motivar a las nuevas generaciones. Porque el rock sigue vivo y estos ingleses lo mantienen así.